martes, 26 de abril de 2011


Jasón se preguntaba como palabras hechas por el hombre para un uso común y cotidiano, con significados dados por hechos, lograban cambiarse transformarse al tiempo que la percepción del mundo.
Se preguntaba si primero había cambiado el mundo a su alrededor, o fueron los conceptos en su mente o los conceptos de los demás.
Anteriormente le seria irrisible tales ideas, bufonescas, parodias al pensamiento racional humano de la era moderna. Ahora esos patéticos fantasmas del pensamiento, le ataban al terror mas profundo y envolvente, de tal manera de que las demás personas ignorasen tales pensamientos le era absurda, y si así fuera era mas bien por un instinto de negación que pretendería mantener a la mente humana en una pacifica idea de salvedad. O es que acaso estos instintos de pasión oscura y desenfrenada no se daban de manera natural e innata en  las mentes o sentimientos de todos quien le rodeaban.
El ya solo veía en sus sonrisas, ahogados ecos de retorcidas pesadillas que llenan sus vacios corazones con un modesto y casi etéreo sentimiento de confort, que para el ya era insuficiente y poco mas que satisfactorio.
Parajes de formas humanas que destilan sangre, un viento frio como el aullido de una trompeta que arrastra lagrimas en el vacio horizontal, mientras, cansados ojos llenos de desesperación por no lograr descanso alguno, caen sin parpados de un cielo negro que no es noche y esconde las miles de cuencas dueñas de los ojos, calaveras que son lunas estrellas y planetas de un firmamento que en sus días mas pacíficos, y sin el dolor de entes que al desplazarse cortan, laceran, rasgan, muerden. Se ilumina en el reflejo escarlata de toda esa sangre que brota de la extraña tierra.
Sangre virgen se saborea en su lengua, y la frota en sus labios. Una sonrisa escarlata le aflora sin ser hipócrita, y el gozo de un hermoso sueño se pasea como escalofrió que nace en su nuca. Entonces la sangre virgen es real, El distingue bastante aquel fluido vaginal. En sus tibios índice y anular,  reconoce blandas marionetas que se clavan en sus uñas y le observan sin parpados. Rodeando su cuello y deslizándose como serpiente por su hombro y envolviendo su brazo, finas fibras de sedosa calidez rubia; y el se pregunta como haberse negado por tanto tiempo cual paraíso que acechaba en sus sueños para convertirse en su realidad.



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